jueves, 18 de marzo de 2010

CULTURA DEL ATAJO


Problemas mayúsculos como el narcotráfico, la corrupción y el terrorismo no se circunscriben al accionar de los grupos armados ilegales, por más peligrosos y sofisticados que estos sean. Esta problemática tiene su raíz en una sociedad que, de seguir tolerando voluntaria o involuntariamente el atajismo y la riqueza fácil que traen semejantes conductas, no será viable nunca. El común denominador de conductas delictivas como el narcotráfico, la corrupción y el terrorismo es que éstas hacen uso de la maquiavélica sentencia “el fin justifica los medios”. Quien busca alcanzar sus fines sin contemplar los medios busca una riqueza fácil y un poder político rápido aun a costa de la vida y la dignidad de mucha gente, incluida la misma persona que delinque. Lo peor es que tal “cultura del atajo” existe en las relaciones más cotidianas de un gran número de colombianos: en la vida afectiva, laboral, social, etc. En el mundo de las relaciones públicas que vivimos a diario, existe una especie de capital social perverso, esto es, un conjunto de relaciones sociales que premian las diversas formas de fraude. Debo recordar que el capital social se define como la organización social propiciada por redes sociales, normas como la de reciprocidad y confianza que facilita la coordinación y la cooperación. Pero no siempre el capital social es productivo, hay organización social y confianza en torno a preferencias sociales destructivas y a expectativas de obtener ingresos cuantiosos por vías rápidas. El capital social perverso propicia la mera transferencia de rentas, la especulación, la proliferación de intermediarios, la informalidad, la ilegalidad e, incluso, el despilfarro y la depredación. Una parte de la sociedad colombiana genera capital social perverso y se asocia para aprovecharse en el resto de la población, al promover diversos atajos para alcanzar sus objetivos económicos, sociales y políticos. Esto último es muy frecuente en temas como la evasión y la elusión de impuestos, al igual que el carácter de circunscribirse al sólo quejarse y ser pedigüeños, lo cual es característico de los comportamientos y propuestas que poseen muchos sindicatos y movimientos sociales: ellos miran al gobierno como si este fuese un fondo de maná inagotable, al que sólo es lícito pedir y completamente descabellado apoyar con la tributación y el cumplimiento de elementales normas de convivencia. El atajismo, nos conduce a una sociedad que nos forma sobre la obtención de fines pero no nos regula ni educa sobre los medios más lícitos para alcanzar tales metas. Por eso amigos lectores, háganse dos favores, primero, promuevan un capital social productivo y segundo sean felices.


Por. Oscar Mauricio Arteaga Alvarado

1 comentario:

  1. Excelente apreciación. Yo díria que por el atrajismo fue lo de las pirámides

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